Capítulo 4

Entre amigos

Yo estaba muy tranquilo desayunando mis enchiladas con bistec en el Café del Fondo, cuando el Teo y yo te vimos pasar con una pelirroja. Le dijo Fausto a Ed.

—¡Ya valió madres! Pensé cuando entraste con Marion. Teo estaba de espaldas a la puerta, así que él no alcanzó a ver la figura espectral de la güera.

—¡No te apures! ¡La vi reflejada en la cara que pusiste! – Rieron los tres.

—Ella traía pantalones ajustados, una blusa color marrón estilo hindú, muchas pulseras y en el cuello un collar con bolitas de madera que olían a flores.

—¿Qué tal idealiza este wey a Marion? ¡Era un rosario tibetano de sándalo! Dijo Ed.  

—El asunto es que olía muy bien ¿no?

—Sí, a diferencia de nosotros, porque no teníamos agua en la casa. Le respondió Teo.

—Lo que sea, déjame terminar con la escena. Dijo Fausto. Y entre tanto tomó otro sorbo del mezcal que Ed le acababa de servir.

—Ese día, cuando Marion se sentó en la mesa con nosotros vi clarito como se le dilataron las pupilas.

—¡Ah, si wey! ¡No inventes Fausto!

—¡Me cae¡ Ya sé que no me crees, pero yo la vi.

—¡No mames!, veníamos del pinche solazo y ustedes estaban refundidos en una esquina, ¿Cómo no se le iban a dilatar los ojos?

—Pues yo no vi que los tuyos se dilataron. Dijo Fausto.

Ed y Teo rieron a carcajadas.   

—¡Pinche Fausto! Yo tengo los ojos negros carnal.

Fausto tomó su vaso y se levantó.

—No, no, no me van a quitar esa ilusión. Ella estaba acostumbrada al sol, eso no era por el cambio de luz.

Sus amigos rieron aún más fuerte.

—Pero si Marion es francesa, como iba a estar acostumbrada al sol. Además, eso no es de costumbre.

—¡Ni madres! Y se bebió de un sorbo la bebida.

— Ella ya tenía un rato en México y estaba acostumbrada al sol de acá.

—Creo que apenas tenía semana en Monterrey antes de llegar a Querétaro ¿no?

—Nada de eso, el asunto es que, entre Marion y yo había química desde que cruzamos miradas a través de la ventana del Café del Fondo.

—Lo dice el latin lover. Dijo Ed mientras Fausto se arreglaba la camisa.

—Más bien yo creo que la espantaste. Dijo Teo.

—La espantaron querrás decir. Replicó Ed

—Yo si me había duchado.

—Pero si ni jabón tenían en la casita del terror. Les dijo Ed.

—Claro que sí, el jabón zote que habían dejado mis antiguos roomies.

—¿Esos que tenían el perro todo horrible?

—¡Esos meros! Se habían ido una semana antes, lo bueno es que entre el Fausto y yo habíamos arreglado un poco, porque la casa estaba hecha un desmadre.

—¿Te acuerdas?

—No, no quiero ni acordarme y ni menciones lo que vimos en el baño. ¡Guácala!

­—¡Pinches locos! Deberían de agradecerme que los había invitado a cenar ese día, porque no tenían dinero ni para eso. Les dijo Ed.

—¡Wey! Tú fuiste el que inició todo esto, tú nos la habías presentado. Además durante el trance que tuve en Xilitla te vi, estuvo muy loco, te lo tengo que contar. 

—¡Ah pinche Teo! Ya vas a empezar a filosofar.

—¡Salud carnal!

 

 

 

 

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