Capítulo 3

Teo se , levantó y se detuvo en la entrada del tejabán. Fausto y Marion se acercaron a él.

—Algo ocurre, lo presiento. Les dijo.

La lluvia se precipitaba con fuerza. Entonces Fausto abrazó a Marion por la espalda.

Teo se giró y los miró por un instante.

—Sí, ustedes muy juntitos con luz de vela y todo. — Dijo sarcástico.

—¿Pero saben? Ya no me importa, porque yo tengo a mi brazo.

En ese momento Teo levantó su brazo izquierdo y le dijo.

—¿Verdad, Brazo, que nos tenemos a nosotros?

A Marion y Fausto les resultó cómico que hablara con su brazo.

—Somos buenos amigos ¡Brazo no se me despega un minuto!, es más, Brazo también me abraza.

En ese momento Teo se giró de espalda a sus amigos y comenzó a acariciarse la espalda.

—Tu es un peu fou mon cher.

Después Teo se giró de nuevo hacia sus amigos y se quedó un momento contemplando la palma de su mano izquierda en silencio.

Unos segundo más tarde sus amigos vieron como volvió en sí y trató de bajar su brazo. Pero no pudo.

Intentó de nuevo pero su brazo no le respondió.  Sacudió varias veces su cuerpo. Pero su brazo seguía rígido y con la palma de la mano abierta.

Tomó su antebrazo izquierdo con la mano derecha y comenzó a luchar con él mismo.

—Esa actuación está mejor. Le dijo Fausto sonriendo.

Teo se enderezó, sonrió y de nuevo a sujetó su antebrazo izquierdo para tratar de bajarlo. Gruñía y maldecía.

—Fausto, necesito que me ayudes.

—¿A qué quieres que te ayude?

— ¿Pues no vez? No puedo bajar mi brazo.

— ¿Cómo que no puedes bajar tu brazo? Ya déjate de cosas.

— No, en serio, no lo puedo mover. Le dice mientras empuja hacia abajo con fuerza.

Se escuchaba la lluvia caer con más fuerza sobre el tejaban.

—¡Mira! —Mostró a sus amigos su brazo rígido como una escuadra.

—¿Cómo que no lo puedes mover?

—En serio, no estoy jugando. Fausto, ¡Ayúdame wey!

—¿Qué carajos te pasa? 

Fausto cansado de la comedia, se acercó a él y con ambas manos tomó el brazo izquierdo de Teo.

Marion vio como los dos amigos mexicanos forcejeaban y le parecía muy gracioso.

— ¡Dámelo! Yo lo tengo que cargar — Gritó Fausto.

Teo cayó de rodillas al suelo, mientras que Fausto daba pasos hacia atrás y se comenzó a sacudir de pies a cabeza. Todo su cuerpo temblaba.

—¿Qué es esto? — gritó Fausto.

Teo se puso de pie y le dijo a su amigo con voz resignada.

—Soy yo quién lo tiene que cargar.

En ese momento Teo sujetó con fuerza el antebrazo de Fausto, como si le quitara algo y Fausto dejó de sacudirse.

Teo se quedó de pie con la cabeza agachada un momento. Hasta que Marion vio como su antebrazo izquierdo se flexionaba de nuevo.

Unos segundos después levantó la cara y abrió lentamente los ojos.

—Está aquí. Dijo.

En ese instante Teo supo lo que le sucedía.  Se dio  cuenta que algo incontrolable y más poderoso que él habitaba su cuerpo.

Miró de frente a Fausto con ojos expresivos y le dijo.

—Es mi inconsciente.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *