Capítulo 2

6 de agosto por la noche del año 2000

Los tres amigos pasaron todo el día recorriendo el jardín surrealista y cuando vieron que el vigilante cerró la puerta y abandonó el lugar, bajaron y se reunieron dentro de un tejaban que estaba a pocos metros de la entrada.

En el lugar había mesas y sillas de plástico, dejaron sus mochilas en el piso de piedra y se sentaron. 

Fausto sacó los restos de comida y una botella de agua que traía en su mochila

A Teo la noche le pareció distinta a cualquier otra. Le daba la sensación de que alguien los observaba desde la selva.  

En poco tiempo la oscuridad los envolvió por completo. Marion sacó una vela de su mochila y la encendió, la luz apenas iluminaba sus rostros.

Unos diez metros delante de ellos se elevaba una peña repleta de vegetación que era sacudida por los animales que pernoctan en ella y por una ligera brisa que movía las ramas y enredaderas colgantes.

Los últimos trazos de luz que se proyectaban sobre la vegetación en movimiento. Teo y Fausto se sentaron a contemplar el espectáculo.

Teo acarició las dos piedras de su collar cuando de pronto comenzó a tener una sensación distinta en su cuerpo. Sentía que una fuerza extraña le jalaba hacia el suelo.

Se levantó con un ligero esfuerzo y caminó en círculos. El efecto le provocó escalofrío.

Tomó un poco de agua de una botella y se esforzó por tranquilizarse, pero la oscuridad entorpecía  sus movimientos. Entonces, se dirigió al interior del tejabán y se sentó en el suelo cruzando las piernas.

El efecto desapareció por un instante. Pero aún percibía con menor intensidad la fuerza semejante a la de un imán y que le tiraba hacia la tierra.

Cerró los ojos y por alguna razón difícil de explicar comenzó a tararear. El efecto del sonido lo aliviaba, así que continuó. 

Se acordó del Om tibetano que les había enseñado Marion. Cerró los ojos, respiró profundamente y cantó un sonido desde su pecho y al mismo tiempo movía sus labios creando un sonido circular.

El gran alivio que experimentó le hizo repetirlo una y otra vez.

Después de unos minutos dejó de sentir la tenue fuerza que tiraba de él. Justo entonces, respiró y produjo el sonido con más fuerza, mientras lo hacía abrió los ojos.

Lo que vio le dejó impresionado.

Frente a él, vio una neblina que irradiaba un color azul y que giraba en forma espiral. Como un pequeño torbellino de un metro de diámetro, que salía del suelo y se elevaba hasta el tejaban.

Paralizado, cerró la boca y vio como el torbellino se desvanecía.

Se sorprendió mucho por el efecto, pero pensó que tal vez era producto de su imaginación. Así que tomó aire y emitió el sonido en un tono más alto y agudo.

Vio surgir la misma espiral ascendente, pero ahora de color verde claro.

Fascinado, probó ahora con un tono más agudo. Esta vez la luz cambió a un tono amarillo.

—¡Marion, Fausto! ¡Vengan, tienen que ver esto! 

Sus amigos caminaron hacia él a tientas.

—Aquí, a su derecha, más adelante.

—¿Cómo puedes saber dónde estamos, si aquí no se ve nada? le pregunta Marion.

—¡Puedo verlos!

—¿Cómo?

—Pues, los distingo por una línea de luz rojiza que los envuelve.

—Marion y Fausto se acomodan en el suelo.

Teo les habla entusiasmado del tirón que sentía y de la neblina.

Sus amigos lo escuchaban un poco incrédulos.  Y mientras hablaba los ruidos de la selva hicieron una pausa y el silencio era total. Un segundo después escucharon como la lluvia golpeó la selva.

 

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